El regreso de Jean-Claude Duvalier a Haití siembra tantas dudas en cualquier razonamiento que es casi imposible sustraerse a la idea de que algo malo como el terremoto, huracanes o el cólera acecha desde su llegada.

Sin hacer nada aún, más que atemorizar a los más viejos y de mejor memoria con su intención de aspirar en algún momento a la presidencia de la nación, ya los nervios se crispan y resucitan aquellas imágenes de persecuciones y matanzas perpetradas por su padre François, primero, y él, después.

Porque el regreso del Baby Doc desde su confortable exilio de 25 años en París, bajo la cobija protectora de la ex metrópoli, ni es casual, ni es por gusto. Entonces: ¿a qué volvió?

Según él, a ayudar. Según Reynold Georges, uno de sus abogados, a recuperar su puesto de presidente del que fue expulsado por una revuelta en 1986. No regresa, por supuesto, a purgar culpas ni responder por ellas.

Al menos ya en República Dominicana un ex militar, Jean Wellovert, declaró eufórico a la prensa nacional que sus compañeros de armas se reagrupan para ponerse a las órdenes del Baby cuando retome el mando.

No es fácil creer que eso ocurra, pero tampoco descartable. Lo seguro es que una permanencia de Duvalier en Haití, física o espiritual, levanta todo tipo de sospechas y obliga a mantener un alerta permanente sobre quienes confunden esa parte de la isla con un portaaviones.

¿Qué se prepara? ¿De quién fue la idea de su regreso? ¿Por qué declaraciones urgentes de algunos apresurándose a confesarse sorprendidos por su retorno, casi igual que como pasó con el golpe de Estado en Honduras? El portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, se declaró sorprendido con el regreso y algo semejante expresó su colega de la Casa Blanca, Robert Gibas. En la ONU, Rupert Colville, portavoz de la alta comisionada Navi Pillay, dijo que no está claro si hay bases legales para arrestarlo.

Como dijo Pierre Esperance, director ejecutivo de la Red Nacional de Defensa de Derechos Humanos, Duvalier fue el cabecilla de muchos crímenes contra la humanidad que se cometieron entre 1971 y 1986.

El derrocado ex dictador fue inculpado por la Fiscalía de desvío de dinero del Estado y corrupción, dos delitos menores frente a los más de 60 mil muertos durante su tiranía y la del padre. Además, quedó libre y sujeto a una decisión ulterior acerca de si será juzgado.

Puede, entonces, usar su billete de regreso y reinstalarse en su cómoda habitación de París y desde allí planear nuevos complots o quedarse en Haití y postularse al cargo de presidente. ¿Es lógico este desenlace? Por supuesto que no.

¿Cuál es el supuesto de su regreso? En general, gira en torno del momento escogido, que es clave:

Caos político y legal tras unas elecciones desastrosas con la incertidumbre de una segunda vuelta que no se sabe cuándo ni cómo llegará. Limbo jurídico en una nación con su gente más preocupada en sobrevivir que en recordar. Vacío de poder general y administrativo.

Puede haber juicio, pero dentro de esa orla tan poco favorable para el debido proceso.

Añádase un entorno de catastrofismo puro, de ruinas que ni siquiera se han podido remover, cadáveres que se presienten, moribundos sin esperanzas, toda esa tragedia coronada con un tiempo de cólera como en la Jerusalén de Herodes.

Sin duda el escenario perfecto para la reaparición. Baby Doc lo disfruta y hasta se cree un rey de oro en una partida de naipes.

La nueva generación, es decir, personas de hasta 35 años que no lo conocieron o eran muy niños durante su dictadura, tienen ante sí a un hombre remoto, pretérito, del que se habla mal o bien. No saben opinar por sí mismos y son susceptibles de ser engañados. Los más viejos es de suponer que no.

Pero en Haití hay hambre, mucha hambre; hay miedo; hay cólera. Abunda todo lo malo, escasea todo lo bueno. Hay algunos que piensan que en esas circunstancias quien tenga un saco lleno de frijoles tiene mucho poder.

No hay por qué dudar que en la trastienda del regreso se amontonen sacos, aunque no sean para repartir, sino para avivar egoismos y resucitar fantasmas.

¿Qué pasa si Duvalier se queda en Haití y logra la presidencia? ¿Qué pasa si se queda y fracasa?

Sea lo uno o lo otro, ¿habrá revueltas? ¿intervenciones militares? ¿expresiones armadas de defensa de la paz y los derechos humanos tipo Iraq? ¿Quién controlará al país?

En dependencia de las respuestas a tales hipótesis, que sólo las dará la vida misma, se sabrá si el regreso del ex dictador sorprendió de veras a todos aquellos que así lo proclaman.


Por Luis Manuel Arce Isaac para Prensa Latina.
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El infame que sirvió al imperialismo torturando y asesinando a su pueblo está de regreso, y con la bendición secreta de EE. UU., que quiere evitar un gobierno progresista en Haití. Con las "respuestas diplomáticas" de los centroizquierdistas latinoamericanos al golpe de Honduras de 2009, se ha permitido el reinicio de la época de las dictaduras bananeras descaradas. En aquella ocasión, el usurpador hondureño bien pudo ser derribado por una acción simultánea de la invasión de tropas venezolanas y aliadas junto a un levantamiento popular. Pero se dejó pasar esa oportunidad, como han perdido todas los "izquierdistas" latinoamericanos. Cuando Chávez se vaya, el círculo imperialista de ahogamiento estará completo.


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