Un viejo pero excelente artículo de Antonio J. Torres. La izquierda occidental no defendió la revolución afgana y aquel pueblo tuvo que luchar exclusivamente con la ayuda de los soviéticos (y también colaboraron cubanos). A pesar de quedar de sobra demostrado que era un mito la caracterización de «revolucionarios» de los extremistas religiosos de Afganistán, gran parte de la izquierda volvió a cometer el mismo error con el caso libio en 2011, que aunque no era una revolución popular lo que se defendía (el régimen gadafista), al frente de la rebelión se hallaban los retrógrados al servicio del imperialismo.



Durante los años 50 y 60 del pasado siglo XX, importantes revolucionarios marxistas como Ernesto Che Guevara o Mao Zedong, entre muchos otros, marxistas o no, denunciaron justa y certeramente la degeneración burocrática de la URSS, a la vez que esa interpretación del marxismo esquematizada y encorsetada que la Academia de Ciencias de Moscú propugnaba al mundo entero. Sin embargo, todas aquellas críticas acertadas sirvieron a numerosos intelectuales y organizaciones de izquierdas occidentales para cometer toda clase de despropósitos, una veces de forma consciente otras no, que favorecieron, directa o indirectamente, a las campañas antisoviéticas que la CIA llevó a cabo en los Estados Unidos y Europa occidental de las más diversas y sorprendentes maneras, como últimamente se ha conocido con el caso de la Fundación Ford (nota 1).

Un buen ejemplo de ello fue la actitud de gran parte de la izquierda occidental (trotskistas, maoístas, anarquistas, autónomos, y por supuesto, la socialdemocracia) durante la "I Guerra de Afganistán" en los años 70 y 80 del pasado siglo XX. Al unísono, se alzó la voz contra la intervención soviética, en ayuda de un gobierno, que como el del PDPA (Partido Democrático del Pueblo Afgano), y como está más que demostrado, distribuyó tierras entre campesinos hambrientos, construyó colegios y hospitales en un país sin apenas infraestructuras y con una inmensa mayoría de la población analfabeta y empobrecida; incluso, la Universidad de Kabul se llenó de mujeres que deseaban realizar estudios superiores (nota 2). Sin embargo, la mayoría de la izquierda occidental no reparó en las circunstancias sociales, políticas y económicas de aquel país, y llevada por un antisovietismo ciego, y sobre todo sectario, no denunció en ningún momento las salvajadas de los muyahidines integristas afganos, ni a quienes estaban detrás de ellos: los Estados Unidos (y Pakistán), cuya intención última no era solamente la de desplazar del poder al PDPA, sino ir más allá, y someter a la URSS a una "guerra silenciosa" de desgaste de la que, sin duda alguna, la URSS salió más que derrotada (nota 3).

Durante aquella época ningún grupo feminista occidental por muy radical que fuera denunció como, por ejemplo, los muyahidines afganos arrojaban ácido a la cara de las de las niñas que acudían a la escuela elemental o a las jóvenes que estudiaban en la Universidad de Kabul, o cuando directamente las degollaban; ni siquiera la "famosa" RAWA (Mujeres Revolucionarias de Afganistán), que ahora desea la vuelta del déspota y decrepito Mohammed Zaïr Sha, antiguo Rey de Afganistán (nota4), que tuvo sumido al país durante su reinado en la ignorancia, el hambre, y por supuesto en la opresión a la mujer. Hoy, en cambio, determinados grupos feministas en Occidente han justificado la masacre norteamericana en Afganistán porque así "se pondría fin a la opresión sobre las mujeres afganas". Pero la palma de los despropósitos se la llevaron los maoístas afganos (y sus colegas occidentales que les apoyaron) que se aliaron con los integristas musulmanes, siendo por tanto cómplices de todas sus fechorías (como la matanza de campesinos a los que el gobierno afgano entregó tierras), para combatir al "socialimperialismo soviético"; cuando los maoístas no fueron útiles al "señor de la guerra" integrista de turno fueron eliminados por éstos sin contemplaciones (nota 5).

Nadie denunció como las monarquías petroleras del Golfo Pérsico (Arabia Saudí y Emiratos Árabes), bajo la dirección de Estados Unidos, reclutaban a fanáticos musulmanes por todas partes para combatir al infiel en Afganistán; Osama Ben Laden se encargó de ello con gran éxito. O como los Estados Unidos por un lado, y la China de Deng Xiaoping (mucho más revisionista, burocrática, y procapitalista que la URSS) por otro, sostuvieron durante esa época una sangrienta dictadura militar en Pakistán porque así les interesaba a ambos (nota 6). Todo aquello se pasaba por alto por la izquierda occidental, y no por desconocimiento precisamente, sino por la errónea tendencia que existía en igualar a la URSS con los Estados Unidos. Sin duda, beneficiaron todas esas posiciones erróneas de la izquierda occidental a los Estados Unidos, y a sus planes para que Afganistán fuera la tumba de la Unión Soviética, y obligar así a la burocracia soviética a destruir lo poquito de socialismo que sobrevivía, y a abrazar abiertamente el capitalismo, como así ocurrió hace ya 10 años.

Hoy la izquierda occidental se horroriza ante lo que fue el régimen talibán, e incluso se denuncia que la Alianza del Norte es igual o peor que éstos, sin embargo, esos horrores y denuncias llegan demasiado tarde, y justamente cuando a los Estados Unidos le ha interesado que llegasen, y cuando, lógicamente, la fácil excusa del "socialimperialismo soviético", que tan bien le vino en su momento a los Estados Unidos para desviar la atención, no se puede esgrimir.


NOTAS:

1. "La Fundación Ford y la CIA: un caso documentado de colaboración filantrópica con la policía secreta", por James Petras, en Rebelión. El ensayo a su vez está basado en el libro La Guerra Fría Cultural. La CIA en el mundo de las artes y las letras, de Frances Stonor Saunders (New York Press, Nueva York, 2000).
2. Por ejemplo: la tasa de mortalidad infantil en menores de 5 años pasó de 380 en 1960 a 300 en 1988. El analfabetismo femenino pasó del 98% al 75%. El 80% de la población urbana pudo acceder a servicios de salud. Por primera vez en Afganistán se crearon jardines de infancia. Todos estas mejoras hay que encuadrarlas lógicamente en una situación de guerra total como la que vivió Afganistán, sin embargo con la toma del poder de los muyahidines, y más tarde de los talibán, todos aquellos logros sociales se perdieron. Fuente: artículo "El drama afgano", del sociólogo José Antonio Egido, publicado en la web colombiana Palante.
3. Según reconoce el que fuera Consejero de Seguridad Nacional del presidente norteamericano Carter, Zbigniew Brzezinski, la intervención militar encubierta de los EU en Afganistán comenzó seis meses antes de la entrada de tropas soviéticas en Afganistán y fue preparada para debilitar al gobierno de Kabul y obligar a pedir con urgencia la presencia de tropas terrestres soviéticas. La finalidad era, según Brzezinski, someter a la URSS a una guerra de desgaste en suelo afgano. La URSS picó el "anzuelo envenenado" que se le preparó en Afganistán. También, varios artículos publicados últimamente en el diario británico The Independent por el periodista Robert Fisk confirman lo expuesto por Brzezinski, así como los planes norteamericanos para, a partir de Afganistán, desestabilizar el Caucaso soviético.
4. El Mundo, 30-11-2001. Declaraciones de la portavoz Sahla Asad acerca de la posición de la RAWA durante la Conferencia de Bonn sobre el futuro del Afganistán postalibán.
5. Documentos de la organización maoísta afgana ALO (en inglés, Organización para la Liberación de Afganistán). La posición de esta organización fue la de aliarse con grupos integristas para "liberar la patria de la invasión extranjera". Más tarde fueron víctimas de sus propios aliados. Documentos publicados en la web de la organización.
6. Por ejemplo, el régimen de Deng Xiaoping nunca condenó el golpe de estado de Pinochet en Chile debido a los contactos, aunque muy escasos, que hubo entre el gobierno de Allende y la URSS.


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