Por Thomas C. Mountain
para CounterPunch.
Traducido del inglés por Sinfo Fernández para Rebelión.
Como la historia la escriben casi siempre los ganadores, el trágico relato de cómo unos miles de anónimos residentes de Sirte, hombres y mujeres, lucharon casa por casa hasta el amargo final es la primera saga del siglo XXI de heroísmo condenado al fracaso, un drama histórico trágico que trae a la mente a los judíos de Varsovia, el Alzamiento de Pascua de Irlanda o la Comuna de París.
Con múltiples canales internacionales de noticias cubriendo la situación las 24 horas del día, el mundo entero tan solo pudo echar una ojeada a la despiadada cruzada de la OTAN en Libia, donde no había ningún lugar seguro, ni colegio, ni hospitales o complejos de apartamentos. A pesar de los misiles que llovían desde el cielo conformando un nuevo Apocalipsis que no se interrumpía ni de noche ni de día, de las miles de toneladas que crearon un infierno explosivo en tan solo unos meses, sin embargo, el pueblo de Sirte se negó a rendirse.
Quizá pudo deberse a que todos conocían bien cuál iba a ser su destino si rendían sus armas, porque durante los meses anteriores habían podido comprobar ya qué clase de asesinos eran los ganadores, cuando tanto pueblos como ciudades, tras caer ante las milicias fortalecidas por la OTAN, eran pasados a cuchillo, literalmente en muchos de los casos.
Primero, los rebeldes se aproximaron a Sirte todo lo que se atrevieron y dispararon todas las toneladas de artillería pesada y potentes proyectiles antiaéreos que fueron necesarias. Los proyectiles de 23 mm pueden penetrar hasta 4 pulgadas [10 centímetros] en corazas blindadas, lo que hizo que los muros de cemento fueran una pobre defensa para el pueblo de Sirte.
Cuando fue imposible soportar más las letales y potentes explosiones, los habitantes de Sirte salieron precipitadamente de sus hogares y refugios y pusieron en fuga a los rebeldes, haciéndoles escapar velozmente como perros apaleados con el rabo entre las piernas y lanzando temerosas miradas por encima del hombro.
Después sobrevino un bombardeo apocalíptico con los aviones de combate de la OTAN haciendo círculos a unos 30.000 metros de altura, mientras los héroes de Sirte caían abrasados y hechos pedazos bajo el feroz sol del desierto libio. Una, dos veces, tres, diez o más fueron repitiéndose esos ciclos, con los menguados defensores de Sirte retirándose a barrios y zonas que cada vez eran más pequeños.
La semana de la derrota final fue testigo de un último contraataque, un último perro apaleado y, como venganza, una última carnicería explosiva de la OTAN, y Sirte quedó al borde de la destrucción total.
Luego vino la última salida, lo que era una retirada honrosa de combate hasta que los misiles de la OTAN incineraron la columna de camiones cuando iban camino de la libertad tras romper el cerco de Sirte.
Entre los que sobrevivieron a la furia apocalíptica final de la OTAN estaba el mismo Coronel Gadafi y su muerte permanece documentando uno de los actos más horribles de brutalidad y salvajismo que los registros históricos han recogido.
Los combatientes de Sirte que quedaron atrás fueron rodeados en sus hogares y barriadas por unos rebeldes que les taparon los ojos, les torturaron y ajusticiaron por miles y para los que no existían leyes de la guerra ni prisioneros que proteger. Cuando finalmente los rebeldes pusieron fin a su criminal orgía de sangre y saqueo, Sirte se convirtió en una ciudad fantasma, donde solo quedaron ratas y buitres, bien alimentados con los cadáveres de los muertos sin enterrar.
En la actualidad, mientras el Partido Democrático Libio pide que los mantenedores de la paz invadan y ocupen Libia para proteger a su pueblo de las antiguas milicias rebeldes convertidas en bandidos y señores de la guerra, Sirte permanece como monumento a la OTAN, una visión apocalíptica de ruinas bombardeadas, donde miles de sus habitantes permanecen enterrados bajo los escombros de sus casas y apartamentos, hospitales y escuelas, donde inútilmente buscaron refugio de la venganza de la OTAN que lanzaba fuego y azufre sobre ellos desde los cielos.
¡Recuerden Sirte cada mes de octubre a partir de ahora, una estampa de heroísmo y Apocalipsis en el desierto libio!
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