Por Ángel Ferrero.

Agentes de los servicios secretos exteriores (BND) y miembros de unidades especiales del Bundeswehr, el ejército de la República Federal Alemana, combatieron a las tropas soviéticas en Afganistán desde el año 1981 hasta el fin de la guerra. La información la reveló el documental Unser Krieg – Kampfeinsatz in Afghanistan (Nuestra guerra: intervención militar en Afganistán), emitido recientemente por la segunda cadena de televisión pública en Alemania. La tarea de los entonces agentes y soldados, coordinados por la sección 16 del BND, responsable de Oriente Próximo y Oriente Medio, era principalmente capturar la tecnología militar que el Ejército Rojo utilizó durante el conflicto –vehículos acorazados, munición, aparatos de visión nocturna y de geolocalización– y trasladarla a Alemania para su posterior análisis.

Durante la operación lluvia de verano (Sommerregen), como se la llamó oficialmente, los servicios secretos alemanes entregaron regularmente a los muyahidines que combatían al gobierno afgano un litado de armas y tecnología que estaban interesados en capturar en el campo de batalla. Los agentes del BND actuaron de incógnito, haciéndose pasar por personal de organizaciones humanitarias en los campos de refugiados que se montaron en Pakistán para acoger a la oleada de refugiados provocada por el conflicto. El material capturado por los combatientes islámicos primero se estudiaba en un contenedor que servía como clínica en un campo de Parachinar, en la frontera con Afganistán, y desde allí se enviaba a Peshawar, desde donde todas las semanas despegaba un avión con el botín de guerra.

La operación, sin embargo, no se redujo únicamente al espionaje: algunos de los efectivos del BND y del Bundeswehr llegaron a combatir junto con los muyahidines que habían declarado la yihad al gobierno procomunista de Kabul, renunciando incluso a llevar consigo documentos de identidad. El BND también cooperó con los servicios de inteligencia pakistaníes (ISI), que facilitaron todo tipo de ayuda a los insurgentes islámicos, que también contaron con el apoyo financiero de los emiratos del Golfo Pérsico. A una pregunta del entrevistador, sobre si llegaron a abrir fuego contra las tropas soviéticas, un exsoldado que respondia al nombre de Bernd contestó: “en caso contrario, los muyahidines no nos habrían visto como iguales”. Oficialmente, ningún agente del BND o soldado del Bundeswehr perdió la vida en esta operación encubierta.

La participación germano-occidental en la guerra de Afganistán fue hasta el mes pasado un secreto para la mayoría de alemanes. Apenas existen documentos y el secretismo que rodea la participación de Alemania occidental contrasta con la difusión mediática que se ha hecho de los vuelos secretos del Ejército Popular Nacional (NVA) de la RDA para transportar municiones y provisiones al Ejército Rojo y las tropas de la República Democrática de Afganistán. Lluvia de verano se inició con el canciller socialdemócrata Helmut Schmidt y fue continuada por su sucesor, el democristiano Helmut Kohl, con un coste anual de 250.000 marcos.

A pesar de la gravedad de las revelaciones del documental, y el inevitable paralelismo con el polémico despliegue de tropas del actual Bundeswehr en Afganistán –57 soldados alemanes han muerto y 245 han resultado heridos; se desconoce el número exacto de víctimas afganas–, no ha habido ninguna reacción por parte de los organismos oficiales. Cuando el diario Die Welt preguntó al BND por esta cuestión, los servicios secretos declinaron hacer declaraciones.

La intervención soviética en Afganistán duró nueve años, de 1979 a 1989. El objetivo de la intervención, en el marco de un tratado de amistad entre los dos países, era restablecer el orden en un país desestabilizado por las intrigas del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), el partido gobernante –el presidente del Consejo revolucionario, Hafizullah Amin, llegó al cargo después de ejecutar a su predecesor, Nur Muhammad Tariki–, como por los integristas islámicos armados y entrenados por Pakistán y EE.UU., el objetivo estratégico de los cuales, según confesó el entonces consejero de seguridad de la administración Carter, Zbigniew Brzezinski, era arrastrar a la Unión Soviética a un largo conflicto para acelerar su desintegración. La derrota de facto de la Unión Soviética contribuyó decisivamente a su fin y la retirada de las tropas soviéticas no hizo sino agravar la guerra civil afganas, que terminó con la creación del Estado islámico de Afganistán en 1992. Éste sólo duró cuatro años antes de que los talibanes capturasen Kabul e instaurasen su régimen de terror. Durante la intervención soviética, conocida popularmente como el Vietnam de la URSS, 14.453 soldados perdieron oficialmente la vida, 53.753 resultaron heridos de diversa consideración y 256 desaparecieron en combate. Un centenar de civiles de ciudadanía soviética también pereció como consecuencia de la guerra.


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