Tras el ensayo en Honduras, ahora ha habido un golpe de Estado en Níger, uno de los países más pobres y con más analfabetismo del mundo. Naturalmente, me refiero a pobre en el paupérrimo estado en el que se encuentra su población, porque el país es muy rico: sus reservas de uranio, saqueadas por las multinacionales del poder capitalista, ocasionaron una rebelión popular. El presidente Mamadou Tandja negoció con los rebeldes provocando que las mencionadas multinacionales se molestaran. Casualmente, luego ocurrió este golpe de Estado. 
Imagen satelital de Níger.  
         
No somos admiradores de la legalidad burguesa, legalidad que no tiene otro fin que controlar en épocas de paz a la población para que siga obediente. Cuando este mecanismo falla por algún motivo, simplemente se pone en marcha otro mecanismo. Este tránsito traumático para los pueblos, no lo es en absoluto para las burguesías y oligarquías, así, más tarde o más temprano, todos los Estados regresan a la "normalidad". Incluso las democracias liberales reconocen la validez de los documentos legales de los usurpadores, reconociendo implícitamente que el verdadero poder nunca no lo tuvo "el pueblo". La burguesía más legalista del mundo salió a justificar el traicionero accionar tanto en el caso antes mencionado como en el de Honduras.

Aunque nuestra época es peor que la de la segunda mitad del siglo pasado (pues ahora ya no hay Unión Soviética a la que aliarse y la burguesía rusa es un actor más del saqueo del continente africano), la única solución para los inmensos sufrimientos de los africanos sigue siendo la revolución socialista.


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